Mi país

  • pais 0 (0)
  • pais 0 (1)
  • pais 0 (2)
  • pais 0 (3)
  • pais 0 (4)
  • pais 0 (5)
  • pais 0 (6)
  • pais 0 (7)
  • pais 0 (8)
  • pais 0 (9)
  • pais 0 (10)
  • pais 0 (11)

Desde hace unos tres años ha encontrado en la parafina –y en ocasiones en la cera virgen- un material adecuado para describirnos “su paisaje”, un paisaje que proviene más del alma que del cuerpo, más de lo recóndito que de lo superficial, más de lo silente que de lo estridente, más interpretación que imitación. Es por lo que esas figuras que humanizan sus amplios vacíos parecen, en su soledad y en pura paradoja, acrecentarlos antes que contenerlos. En alguna otra ocasión ya califiqué los paisajes de Carlos Suárez como anímicos y ahora me parece más justo denominarlos como fantásticos; será así, para recapitular, cuando distingamos su teoría y, con ella, su praxis: “Cualquiera puede aprender a pintar, mejor o peor, con un poco de técnica y tomando como modelo una imagen natural; pero crear lo fantástico sólo está en condiciones de hacerlo aquel a quien sus dotes le motivan imperiosamente”. La frase es de Emil Nolde un artista que buscaba el espíritu de las cosas; un artista que fue también, aunque hace bastantes años de ello y cierto que por causas bien distintas, autor de “Pinturas no pintadas”. Con todo parece claro que los géneros no mueren, sino que han ido agonizando en manos de torpes e insensibles menestrales entre los que, por fortuna, no se encuentra Carlos Suárez.

Ramón Rodriguez

Extracto del texto publicado con motivo de la serie “Mi Pais”. Exposición Sala 1 Antiguo Instituto Gijón, 2000.